necessity- Billshido's love

miércoles, 31 de marzo de 2010

seguro, les parece conocida esta imagen.. cierto? ♥

martes, 30 de marzo de 2010

Eine Kugel Reicht

por fin puedo subir videos... (Dave)
espero les guste este, porque es hermoso. ♥

lunes, 29 de marzo de 2010

Augenblick- One Shot

Apretó las manos sobre el volante. Si fuera posible, éste se rompería ante la fuerza que estaba haciendo. Pero no, no se rompería. Deseaba que así fuera, quería romper algo, todo. Destrozar algo para demostrar que por dentro él también se estaba destrozando.

¿Cómo podía estar pasando esto? Nunca pensó que las cosas llegarían a este punto. ¿Qué estaba pensando
él al hacerlo?

Cuando lo vio llegar, con esa sonrisa perfecta en su rostro, no pensó que podría hacerlo. Pero debía. Era necesario. Lo vio dejar su campera de cuero sobre el sillón, y mirarlo, extrañado. La sonrisa poco a poco se borró.

Como si lo estuviera oliendo, como si supiera qué era lo que estaba a punto de pasar. Debía haberlo imaginado.

—¿Qué sucede?

—Siéntate, tenemos que hablar.

El joven dio un par de pasos, pero sus ojos localizaron los bolsos que había a un costado, junto a Anis. Se quedó mirándolos, tratando de entender porqué estaban ahí, cuando tendrían que estar guardados en el placar, todas las cosas que había dentro en los cajones de la habitación. La habitación que compartían.

—¿Qué haces con eso?

—Bill…siéntate.

—No, quiero que me digas qué hacen esos bolsos ahí

Aparcó su auto sin mirar mucho cómo lo hacía, y salió corriendo hacia el interior del edificio. Preguntó a la secretaría la información que necesitaba y subió. Intentó por el ascensor, pero éste tardaba mucho. Sabía que si no estuviera tan exaltado, no hubiera subido las escaleras, pero necesitaba verlo lo antes posible.

Cuando llegó al pasillo, se encontró con que todos sus amigos y familia ya estaban ahí. Las miradas que le echaron fueron suficientes para darse cuenta de que allí no era bienvenido, pero a él poco le importaba. Tom, aquel niñato que tanto había querido interferir en su relación, intentó detenerlo, pero su madre lo sostuvo del brazo. No sabía si agradecerle a la mujer, pero avanzó entre ellos para detenerse frente a la puerta.

El miedo hizo lugar. ¿Quería ver lo que estaba detrás de ella? ¿Sería capaz de entrar, después de todo lo que había pasado?

Observó las lágrimas acumularse en sus ojos mientras hablaba. Que esos ojos tuvieran esa mirada no debía ser justo. Esos ojos estaban destinados a brillar, no a sufrir de esa manera.

Pero no podía hacer otra cosa. Esto ya no podía seguir. Si seguían haciéndolo, terminarían odiándose. La 
brecha entre los dos solo se abría cada vez más a medida que pasaban los días.

—¿Es que ya no me amas?—preguntó con hilo de voz el pelinegro, como si fuera un niño pequeño al que están regañando.

Sintiendo las tantas miradas detrás de él, giró el pomo de la habitación. Era como cualquier otra en un hospital. Blanca, vacía, sin vida, con olor a neutro. Bill hubiera odiado esa habitación si estuviera despierto.

Pero no estaba. Estaba acostado en la cama, el respirador conectado. El latido vago de su corazón era lo único que indicaba que estaba vivo. Se acercó lentamente a su lado, como si fuera una película en cámara lenta.

¿Era él realmente? ¿Era éste el chico con el que había vivido tanto tiempo, tantas cosas?

Bill mantenía sus ojos cerrados, sus brazos flácidos junto a su cuerpo. Sus muñecas estaban vendadas, detrás de ellas se ocultaba el motivo de su urgente llegada al hospital. El motivo por el cual Anis había llegado casi corriendo a su lado, por el cual todo el mundo detrás de esa puerta lo odiaba.

El motivo por el cual Bill no despertaba.

—No es eso, Bill. Pero…ya no podemos estar juntos.

—¿Por qué?

Anis suspiró. Aquello estaba siendo difícil.

—¿Es necesario que lo diga? Ya lo sabes de sobra. No hablamos nunca, y si lo hacemos, solo discutimos. ¿Hace cuánto tiempo que no tenemos relaciones? Ya no nos tocamos, ni siquiera nos miramos. Además, te pongo en peligro en cada momento.

Bill se acercó hasta él, tomando su rostro con sus delicadas manos, tratando de que él lo mirara.

—¿Y qué tiene si me pones en peligro? No me importa. Y el resto…el resto podemos resolverlo.

Anis se apartó de él, dejando que las manos de Bill quedaran suspendidas en el aire. Negó suavemente con la cabeza.

Acarició lentamente el rostro de Bill, como si fuera a romperse.

—Bill…

—No despertará.

La voz hizo que se diera vuelta, enfrentándose a la mirada cargada de odio del hermano gemelo del joven que yacía en esa cama.

—Tiene muerte cerebral. En una hora lo desconectarán. ¿Estás feliz ahora?

No podía articular palabra. Las palabras de Tom golpeaban una y otra vez, tratando de adentrarse en su mente.

Se separó de la cama, y supo que no debería haber ido hasta ahí. ¿Feliz? ¿Cómo podía ser feliz? Él tan solo quería que Bill siguiera su vida, que fuera él feliz. No lastimarlo cada vez que se peleaban por estupideces, no ponerlo en la línea de fuego cada vez que tenían un problema dentro de la pandilla en el barrio.

—Esto no tiene arreglo, Bill. Simplemente, no lo tiene—se incorporó y se acercó a sus bolsos, tomándolos—Este es el final, Bill.

—Anis, no…

Caminó hacia la puerta del departamento de compartían y abrió la puerta.

—Adios.

—¡Anis!

Había terminado todo aquello para protegerlo. De él y de su vida.

Y sin embargo, ahí estaba, en un hospital. Y la persona que amaba estaba ya muerta. ¿De qué había servido todo aquello? Bill se había suicidado…suicidio. Nunca pensó que sería capaz de hacerlo. Pero Bill nunca había dejado de sorprenderlo. Esta era una sorpresa desagradable.

Salió de la habitación sin responder, y corrió hasta su coche. Se encerró ahí dentro, dejando escapar las lágrimas que tanto se había empeñado en ocultar en todo momento frente a su Bill. Ahora éste ya no podía verlo. Ya no podría verlo nunca más.

El nuevo departamento se sentía demasiado vacío. Una parte de él todavía esperaba, después de tantas semanas, que la puerta se abriera y un Bill sonriente y entusiasmado irrumpiera, haciéndolo sonreír una vez más. Pero él sabía que eso no sucedería.

El celular sonó, interrumpiendo sus pensamientos. El nombre de Bill en la pantalla le hizo fruncir el ceño. No había llamado desde que se fuera. Ni una sola vez.

Un mensaje de texto. ‘Bill está en el hospital. Tom’.

Se apresuró a salir hacia el lugar.

Las imágenes de su Bill riendo, besándolo, abrazándolo se mezclaban con las de un Bill llorando y rendido en una cama, respirando solamente por una máquina.

Había tantas cosas que habría querido decirle. Tantas cosas que habrían arreglado las cosas. Unas simples palabras, y todo habría vuelto a la normalidad, como tendría que haber sido. Pero no, Bill ya no podría escucharlo.

Miró el reloj. Faltaban dos minutos para que lo desconectaran. Se había pasado el tiempo llorando la pérdida.

¿Sentiría Bill algo? No, de seguro que no. Hubiera deseado que pensara en él en el último momento. Quizás sí lo había hecho, había recordado todos sus momentos juntos, tal como lo estaba haciendo él ahora.

Cuando cortara sus delicadas muñecas, seguro había estado pensando en él. En todo el daño que le había causado. Ni siquiera había podido pedirle perdón. No había habido más palabras entre los dos.

El dolor que sentía ahora era tan fuerte, que supo que no podía seguir así. No podría hacerlo nunca. Si Bill se iba, entonces, él también lo haría.

Abrió la guantera y sacó de ahí a su fiel acompañante, guardándola debajo de su campera. Volvió a entrar al hospital como un zombie, subiendo las escaleras un paso lento a la vez. El pasillo estaba desierto, ya no había miradas crueles ni reproches. La puerta de la habitación estaba abierta.

La familia y los amigos rodeaban la cama, llorando. Pero él se alegraba de que por lo menos podía ver su rostro. La máquina ya no sonaba. Lo habían hecho, lo habían desconectado.

Bill ya no estaba.

Sacó su arma del pantalón, sus ojos fijos en el rostro de su amante.

Seguramente, Bill ya estaba en el cielo. Era el único lugar donde debía ir. Anis sabía que él no lo volvería a ver. A ese lugar, él no podría acompañarlo.

Levantó el brazo, apoyando el arma en su cien.

Dios no quería que él lo acompañara. No era un lugar donde sería bienvenido.

—Te amo, Anis.

Apretó el gatillo.

Los gritos y el sonar de la bala salir no llegaron a sus oídos. Lo único que escuchaba eran las últimas palabras de Bill cuando salió del departamento.

Angel Dust-Trailer

Aprovecho para seguir subiendo videos....XDDDDDDD

domingo, 28 de marzo de 2010

Video!- Lost without you

Billshido TV

episodio 1

Las caras que hacen!!!
Un clásico ^^



episodio 2

Bu se muestra menos soprendido, y por su sonrisa, es obvio q le a gustado...

A night to remember- By Billa




Capitulo 1


Bill se puso a recordar una vez más, vaya uno a saber cuántas veces lo había hecho ese mes. No entendía porqué lo había hecho. Tal vez fuera la situación en si o una necesidad que superaba su propia cordura.

Lo que no sabía era que la otra persona también pensaba en lo mismo.

Lo gracioso de la situación era que ambos estaban sentados en un sillón esa noche. Casi en la misma posición, ambos con un cigarrillo en los labios y un vaso en la mano. La única diferencia era el lugar y lo que cada uno tomaba. Bushido tomaba un whisky a las rocas, un trago seco que él creía que iba más con su estilo. Bill jugueteaba con un gin tonic que se había preparado él mismo.

Ambos rememoraban lo que había pasado hacia escasas semanas. No se habían visto desde entonces, y la distancia había despertado aquellos pensamientos y dudas que ninguno de los dos había querido detenerse a pensar antes.
Ahora, a la oscuridad de su habitación, separados por miles que kilómetros, finalmente se detenían a pensar.

Recién habían entado al boliche donde distintas disquerías daban su fiesta. Ninguno de los dos estaba realmente con ánimos de estar ahí. Uno, el menor, porque sabía que se aburriría, sabiendo que el resto de su banda iba a buscar alguna grupie para llevarse al hotel esa noche y él tendría que guardar las apariencias; el otro, porque se sentía viejo entre tanta muchedumbre joven del día de hoy y le molestaba, además, la poca personalidad que tenían los cantantes por haber sido prácticamente comprados por las grandes compañías.

Ninguno de los dos estaba entusiasmado.

Se sentaron en los sillones de cuerina, enfrentándose, pero todavía no sabiendo de la presencia del otro.


Bill, el cantante de Tokio Hotel, aquel joven andrógino que lideraba la banda, sonrió al mirar el vaso en su mano. Ése era el mismo trago que había pedido esa noche una y otra vez. Bushido miró su whisky y forzó una sonrisa. Él también había pedido el mismo trago.

“Las horas pasaban y cada vez todo se volvía más aburrido. Bill había despachado ya a cuatro chicas que se le habían acercado. Le dieron lástima. Les había arruinado la ilusión con un mero gesto de la cabeza, pero él no estaba en esa situación. Tener sexo en los baños no significaba lo mismo para ellas que para él. Para él, era tener a alguien que se la metiera al fondo y ellas no estaban preparadas para eso. ¿Para qué culparlas? Había engañado a medio mundo al decir frente a las cámaras que no era gay, cuando en realidad lo era.

Había pocas personas que lo sabían. Su hermano, por supuesto, David, sus padres y Andreas. Al resto se lo había ocultado, más por indicación de David que por propia decisión. Pero lo sospechaban. A él, realmente, poco le importaba.
Bushido estaba aburrido a muerte. Ésta no era el tipo de fiestas a las que estaba acostumbrado, pero tenía que asistir por la discografía. Él prefería estar junto a su gente, aquella que lo conocía y lo respetaba por quién era, no por estos lameculos que lo único que les interesaba era ver cuánto dinero hacían con las ventas.

Los dos recorrieron la pista, por motivos distintos. El menor, para encontrar alguna presa ante tal aburrimiento; el mayor, para tratar de despejar su mente. Cuando sus ojos se encontraron, hubo una descarga.

Se conocían, de eso no había dudas. Amigos no eran, tampoco había dudas de eso. ¿Enemigos? Para nada. A los dos les daba igual lo que el otro hiciese o dijese.

Pero bastó solo una mirada para que supieran de la presencia del otro. Fue como esas cosas mágicas, de las que ninguno de los dos creía. Se miraron, y fue parar el tiempo. A Bill dejaron de importarle aquellos jóvenes tan deliciosamente atractivos que había en la pista; a Bushido se le olvidó el trago que llevaba en la mano.

Bill sonrió. Le pareció algo estúpido, lo admitía, pero no pudo evitar hacerlo. Fue una sonrisa pícara, aquellas que solo guardaba para sus ligues. Que él estuviera dedicándole esa sonrisa a Bushido le parecería en otros momentos asqueroso, pero fue sentir su mirada en su rostro y supo que debía hacerlo. Tom siempre había dicho que era un ganador en la cama. Bueno, Bill también lo era…pero con el sexo opuesto.

Bushido sintió una descarga deslizarse desde su cabeza hasta la parte más sensible de su anatomía y ni siquiera lo dudó cuando se incorporó de aquel sillón para ir en su encuentro. No les respondió a los agentes que estaban con él, una sola mirada y ellos se quedaron callados.

Bill lo esperaba sentado en su sillón, acomodado, siguiéndolo con la mirada. Bushido se sentó a su lado, sin perder de vista aquel rostro. Admitía, incluso en su círculo más íntimo, que le gustaría tenerlo en su cama. Bushido era bisexual, pero solo pocos lo sabían.

Le daba igual tener a una mujer o a un hombre en su cama, mientras supiera lo que estaba haciendo. Bill Kaulitz no era la excepción. Desde la primera vez que lo había visto, lo había deseado. Ahora tenía su oportunidad.

—¿Te aburres?—le había preguntado, al ver sus delicados dedos seguir moviéndose alrededor del vaso y no pudo aguantarse pensar qué tal serían esos dedos alrededor de su miembro.

—¿Qué te parece?—la voz de aquel joven le había parecido seductora. Tal vez por el alcohol. Bushido notó la cantidad de vasos que había sobre la mesa, pero no estaba seguro de que Bill se hubiera tomado todo eso. Miró sus ojos y descartó la idea. Él era un profesional para saber si alguien estaba bebido…y los ojos despiertos de este chico decían todo lo contrario. Estaba seguro de que había tenido el mismo trago en su mano desde que la noche empezara.

Rozó su rodilla con la suya intentando pasar desapercibido, pero la sonrisa de Bill le dijo que no lo había logrado. Bill giró su cara y lo examinó. Era la primera vez que estaban tan cerca, sus respiraciones mezclándose. Y le gustaba. Le gustaba el aroma que él desprendía, ese olor a hombre que tanto le gustaba. Y su cuerpo, que mostraba esos abultados músculos debajo de la remera. Sin proponérselo, se lamió los labios.

Bushido se acercó a él un poco más, colocando su mano por detrás para rozar su espalda, sin apartar sus ojos de sus labios. Maldecía toda la gente que estaba ahí en esos momentos. Con dos simples gestos, aquel niñato le había puesto a mil y hubiera querido follárselo ahí y ahora. Pero darle un beso, por más insignificante que fuera, hubiera sido arriesgado. Para los dos. Eran los dos demasiado conscientes de los peligros que ellos atraería.

Bill giró su rostro y se acercó a su oído.

—¿Nos vamos?—le susurró al oído. Bushido se había dejado perder bajo la voz de él, y apenas si había escuchado lo que le decía.

—¿Eh?

Bill aprovechó para morder levemente el lóbulo de su oído y le encantó sentir el gemido leve que había escapado de los labios del rapero.

—¿Es que no quieres follarme?

La pregunta ni siquiera requirió respuesta, y Bushido se levantó del sillón. Bill se rió por lo bajo y se levantó. Salieron de la fiesta sin que nadie se diera cuenta. Durante el trayecto al hotel, no se dijeron nada, cada uno estaba pensando o tratando de hacerlo.

¿Tenían que pensar en lo que estaban haciendo? Si Tom se enterara, de seguro los mataría a los dos, especialmente a Bill, después de haberlo defendido frente a todo el mundo por televisión. Y los amigos de Bushido simplemente se reirían por semejante idiotez que estaba a punto de hacer.

Antes de que alguno de los dos llegara a una conclusión, estaban en la puerta del hotel. Se bajaron y entraron sin mediar palabra. El ascensor vacío hacia que el espacio entre los dos fuera cada vez menor. Bill había decidido dejar a un lado los principios. Estaba caliente, ¿y quién mejor que Bushido para sacar sus ganas? Bushido estaba igual que él, por lo que, cuando Bill se acomodó de espaldas al espejo del ascensor, sonriéndole con descaro, ni siquiera pensó lo que hacia y se abalanzó sobre sus labios.

Los labios de Bill eran suaves, carnosos. El sentimiento de tenerlos en su propia boca le pareció similar a la droga, pero esta vez era distinto. Le encantaba, pero era más sana que las otras. Bill pensó que nunca había probado un beso como ese. Despiadado, brusco, pero con ese toque de desesperación que hacía querer tenerlo siempre en sus labios, como si en ello hubiera alguna forma de salvarlo.

Se besaron con descaro, hasta que sus labios se hincharon. Llegaron al piso y Bushido se apartó bruscamente. Miró a Bill y sonrió al ver sus labios rojos y las mejillas sonrojadas por el esfuerzo. Ver a aquel pequeño divo en esa situación era algo que le encantaba, por más que lo descubriera en esos momentos.

Bill lo arrastró por el pasillo hasta encontrar su propia habitación. No hablaron siquiera cuando abrió la puerta. Una vez cerrada, solo se dedicaron a besarse, a tocarse. No había lugar para palabras en aquel recinto. Además, ¿qué se iban a decir? Se dejaron caer en la cama, y besándose con pasión. Ambos se estaban volviendo locos con sus propias lenguas, como una pelea, a ver quién era el primero en ceder.

Bill se movió debajo del cuerpo de Bushido, haciendo que sus erecciones ya notorias se rozasen. Bushido se separó de sus labios para dejar salir un gemido. Bill sonrió con placer. Siguió haciéndolo, hasta sentir que las manos del hombre mayor tanteaban su cuerpo. A decir verdad, Bushido a penas si soportaba la situación. Aquel maldito niño lo estaba volviendo loco.

Le sacó la remera sin darle tiempo siquiera a protestar y bajó por su torso dando besos. Se entretuvo un buen tiempo en aquel pezón perforado de Bill. Aquel pequeño de rebeldía le encantó, le pareció sumamente sexy. Los gemidos de Bill no se dejaron esperar.

Bushido siguió bajando, hasta llegar a la bendita estrella. La había visto anteriormente, pero nunca le pareció más sexy que ahora.
Delineó su trazo con su lengua, dejando que Bill se estremeciera bajo sus brazos.

En pocos segundos, las hábiles manos de Bill le habían despojado de su pantalón, y ahora se frotaba sobre la entrada.

—Hazlo, Anis, hazlo ahora—susurró Bill como pudo.

Cómo era que él sabía su nombre real, Bushido no lo preguntó, pero siguió su orden. Despacio, se adentro en el cuerpo de Bill. Dejó salir un siseo al notar cuán estrecho era, pero aún así sabia que el chico había tenido experiencia. A penas si frunció el ceño por el dolor que sintió cuando la metió entera.

Comenzó a moverse despacio, aún temeroso de lastimarlo. Lo último que quería era dañarlo, no por quién era, sino por la situación a la que se enfrentaría después. Las manos de Bill lo tomaron por los hombros, acercándolo más a él, al tiempo que enredaba sus piernas alrededor de su cintura.

—Más…quiero más…métela más adentro—gimió Bill entre sus brazos, clavando sus uñas. Bushido no se hizo esperar, y aumentó el ritmo de sus estocadas.

Mientras Bill cerraba sus ojos, Bushido los mantenía abiertos. No quería ni podía perderse de ver las expresiones que el menor hacía. Esas caras…las caras de una clásica puta, mezcladas con su clásica expresión de principito orgulloso que a él tanto le gustaba.
Sentía que estaba a punto de acabar. Faltaba poco. Antes sus ojos, Bill se tocaba, tratando de seguir el ritmo de sus estocadas.

Bushido apartó su mano para retomar él el trabajo. La expresión de Bill se hizo exquisita. Nunca en su vida había tenido a alguien igual en su cama, pensó Bushido.

Bill terminó segundos antes de que él lo hiciera, aún con ese pensamiento en mente. Después de la intensidad del orgasmo, se dejó caer en el cuerpo de su amante por esa noche, tratando de recuperar la respiración.


Bill tomó el último trago que le quedaba a su vaso con amargura. Bushido hizo lo mismo. No se habían podido olvidar de lo que había pasado. Por más mujeres y hombres que pasaran por sus sábanas en menos de treinta días, no habían podido alcanzar el orgasmo de la misma manera.

Aunque no lo quisieran, había sido la mejor noche de sus malditas vidas.

Se querían ver. Esa era la verdad. Se querían volver a sentir, una vez. ¿Qué había de malo en sentirse una vez más?

HALLO

Hola a tod@s
Damos inaguración al blog en español de Billshido
para todas las fanáticas y enamoradas de esta pareja tan...emmm....porno...sexy
Esperemos que lo disfruten tanto como nosotras y sigamos  dominando el mundo creciendo!



saludos
David y Billa♥